No tengo ahora más que mis párpados pesados. Se cierran mis ojos, pero no duermo. Sólo sueño: olas de viento entre la cebada verde donde nos robaron la vida. Y nos dejaron el miedo.
No tengo ahora más que este frío que trasuda y duele. Que invade mis huesos por las noches, donde vaga tu sombra, altiva y taciturna, transparente, vagando por entre mi sexo que se moja en vano.
No tengo más que este miedo inerme, desabrido y solitario, resabio de las noches cuando te besaba el cuerpo y me regalabas el alma.
No tengo más que la lluvia que a veces cae, tocando en la ventana como antes tú. Y me amabas.
No tengo más que estas palabras sordas que me nutren y adelgazan el tiempo que se ha hecho tan pedazos, tan llanto, tan silencio, tan muerte.
Deja un comentario