No, no te confundas.
Inmensidad, la de una gota de lluvia, la que hay en un minuto que marca el reloj; la que se extiende entre las alas de un ave echando a volar y la de las cuatro esquinas en un grano de sal.
No hay Inmensidad en la luz de mi mirada ni en el sonido de mi voz cuando te miro o digo bajito tu nombre al besar.
No hay Inmensidad ni siquiera en el mar, en la luz, en la oscuridad o en el tiempo que nos ha de llevar…
No, no te confundas, en nada de lo que tú y yo podamos ver, oír, escuchar, probar o sentir está la Inmensidad.
Qué no, la Inmensidad no está en nosotros.
La Inmensidad está en la distancia que se extiende entre tu piel y mi piel, entre tu aliento y el mío, entre respiración y suspiro, entre lo que no es… y ES.
Crédito de imagen: Patricia Sánchez
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