Callaste,
y tu boca,
pródiga,
se desparramó en besos
esos que saben a espera
y huelen a infancia;
besos de mañana recién despierta
y de una tarde soleada;
besos de café recién hecho,
de pies descalzos a la orilla del mar;
besos de amanecer despeinado,
de horizonte azul
y de dos manos que se tocan,
de la primera vez
-y la última-
y la siguiente;
besos de ojos indiscretos
y labios rojos que esperan,
húmedos y sabrosos;
besos de lengua entrometida,
de años guardados,
Tus besos ¡qué besos!
Imagen: El café de la mañana. Susana Argueta.
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