Te he dejado mi hoja en blanco para que en ella escribas versos descompuestos.

Te he dejado mi hoja en blanco para que en ella escribas versos descompuestos.
He prolongado lo sigues para tí;
Estoy creyendo que no hay nada más después, he contaminado mi corazón con malas decisiones.
Ahogarme con la polución es el destino que me espera unos pasos adelante.
No has llegado a cambiar algo, solo a perjudicarlo todo.
No estás purificando el corazón en mi pecho como mencionaste, solo has dedicado tus manos a estrujarlo más de la cuenta como si eso detuviera tu ansiedad.
Me has cambiado tantas veces el proceso de sanar, que se convirtió en tu experimento personal.
Por una vez evitaré el desastre, y alejarme antes de que
el fuego de la explosión me dañe. Esta vez es diferente, ya que, era yo quien se quedaba soplando a las llamas de dicha cosa.
Fuimos más que el encuentro de dos extremos del hilo rojo.
Nos dedicamos a enredar el hilo, a dañarlo, y jamás cedió a romperse, porque más haya de un hilo colorido estaba el sentir profundo de un alma en soledad, aferrada a que la vida tenía más que dar.
Y quise arrancarle a la vida el dolor que me había infringido.
Y quise hacerla sufrir y yo no tuve reparo
en abofetear al sabio con sus consejos mohínos,
en insultar al sencillo que se creía escondido,
en poner la zancadilla al religioso enquistado
y al hipócrita asqueroso que miraba de soslayo
golpeándose el pecho, pero haciendo caso omiso
a todo lo que ocurría si no le tocaba a él mismo.
Te maldije a ti…sí.
Al que todo lo critica
y al que todo lo bendice,
y al que todo le emociona
y al frío y calculador que lo ha controlado todo.
Te maldije porque el vino agriado de la injusticia
se vertía por los poros de una sociedad dormida.
Te maldije porque el aire se cargaba de inmundicia
y se respiraba solo dióxido de carbono que me ahogaba.
Y cuando te maldecía me maldije en mi inercia
y me di cuenta que así… me amargaba a mí misma.
Si maldigo al que yerra, me maldigo en mi vida.
Si maldigo a quien me hiere me enveneno con su ira
y solo el perdonar,
y el vivir sin doblegarse con todo lo que se impone,
pero con mucho cariño,
nos da la paz que merece el transeúnte
y el caminante perdido,
porque al final en la vida…
todos somos peregrinos.
Podría a ver dejado que mis penas se las llevara el agua. Qué se las llevara tan lejos que en horas no las recordaría, pero era amante de guardarme el dolor.
Mientras tanto solo pude caer de rodillas en la esquina de la habitación. La luz se encontraba apagada.
Llorando, me encontraba.
Transpirando, como si en el desierto me encontrara.
Cuánto había pasado mi alma y cuerpo por unos simples ojos. Qué además de mirarme con esa chispa atrapante, simplemente no daban más. Mientras yo me encontraba dando incluso la vida si la situación me lo pedía.
El alma se me marchitaba y no podía dar vuelta atrás.
Pero… yo misma; me amaba, me quería, me valoraba. ¿Porqué esperé a que esto sucediera?
De pie en la esquina de la habitación, recargando mi frente en la fría pared azul, apreté los puños y por fin lo acepte;
Merecía más, merecía alguien que además de mirarme, me amara, y que además de amarme, me aceptara. Eso y más.
Suficiente y valiente. ¿Qué más podría pedir? Sí la vida la tenía, solo tenía que saber vivirla, y no consumirla por un par de ojos. Qué, para ese momento, ya estaba consumiendo otra alma, ya estaban bañando de penas otro pobre cuerpo.
Ana Yaretzy ®
Quisiera gritarte absolutamente todo, porque es lo más estúpido y mejor que me ha malditamente pasado. No podías hablarme como si tú fueras quien iba a bajar la luna para mí y después parecer que tú mismo serías quien me la quitaría para lanzarla lejos de mí.
No podías sonreírme como si yo fuera el motivo… para después dedicarme miradas de tremendo rencor.
Tal vez podías disimular, pero no era tu fuerte. Tu eras quien eras sin importar como. Así eras tú, así eres…
Entonces, si me he enamorado de un alma que no cambia, ¿Porque la mía parece querer cambiar para merecer la tuya?
Me he quedado ciega ante la realidad, y me he inventado la mía misma. Tan fantasiosa y extraña.
Obligandome a no sentir cuando simplemente la sensación fluía. Y simplemente, no podía decirle al río que dejara de fluir. No podía decirle que detuviera la rapidez con la que el agua se manejaba, que los pequeños granos de arena que se levantaban se quedaran justamente donde se encontraban, que las piedras que viajaban a una velocidad prudente en el, se quedaran estáticas. No, simplemente no podía detener la tormenta como si fuera la madre naturaleza.
Ana Yaretzy ®
Bramido en las calles.
Ruge el volcán del corazón malherido.
Se desgarra el alma en la tormenta salvaje
que truena al sentir su vida relampaguear.
Tú miras.
Yo te miro a ti.
Tú asientes pausado al verme sufrir,
al ver mi suplicio,
al verme llorar clamándole al cielo.
Al verme rogar por paz…
por consuelo.
Yo asiento sentado
y clamo en silencio,
y duermo arropado…
sin sentir tu miedo.
¿Y Dios … calla?
¿Y tu alma?
Yo callo.
Yo bebo en las madrugadas.
Yo bailo en la noche,
y rio y me embebo de mi indiferencia.
Y si en un momento te miro,
y si en un momento te intuyo…
Te regalo un suspiro de lástima.
Te regalo mi apoyo sumiso a mi mundo.
Te regalo mi solidaridad…
pero sigo embebido en mi triste rutina.
Y sigo bebiendo sin mirar atrás.
Y tú callas.
Y yo grito.
Tú bebes en las madrugadas
y yo suplico por un vaso de agua.
Tú bailas en las noches plagadas de estrellas,
yo retuerzo mi cuerpo que se duele en silencio
ante un mundo plagado de indolentes miradas.
Y yo callo sí.
Y disfrazo mi impasibilidad de compasión,
mi displicencia de misericordia,
y sigo estresado en mi mundo,
y sigo viviendo sin pensar en ti.
Y sigo viviendo
y sigo… viviendo…
y tú allí.
Y yo aquí.
Y sigo viviendo y clamando,
Y sigo viviendo ahogado en tu rostro,
asfixiado porque sigo sufriendo
pero sigo viviendo aquí,
entre llantos y lágrimas,
entre muertes y almas que deambulan.
Que deambulan sin poder decidir,
sin poder acceder a otra vida
y condenados a vivir así
yo sigo… viviendo…
Sigo muriendo aquí.
El tsunami de la vida arrasa.
Inunda los suspiros con las torrenciales lágrimas
de miles de almas que claman sin esperanza,
ellas allí… ¿Y tú?
Y aunque fue breve por un instante te perdí, y aunque es triste verte con alguien más, no queda de otra, es difícil admitir que perdiste la batalla, es difícil admitir que ya no me amas. Duele y el dolor no desaparece, pero aprenderé a vivir con él.
Lágrimas caen, pero son vacías, el pedazo manchado de ti en mi corazón ya está roto. Que puede curar un corazón roto.
Alejandra Graciela