Nadie sabe cual es el secreto para que sigamos juntos, nena.
Cuando estamos con los amigos tomándonos unos tragos
nos preguntan una y otra vez por qué lo estamos…
Es para confundirnos, y así echar la mentirijilla.
Aún no somos cómplices. Conoces a Kenni G. y
yo a Ítalo Calvino.
A hora, nena, que he logrado llamar tu atención
quiero volver a recostarme en tu estómago como un ovillo.
Y es que la vida es tan corta, sabes.
Yo, solo soy un descocado a la manera del autor,
el del libro gordo como tú dices, cariño.
Así, cuando leo en las viejas novelas
que los personajes se preguntan
si la vida puede ser vivida en un instante,
o si puede ser tan extensa como la galaxia,
reconozco el peso de ese misterio
como un relámpago que no muerde.
Porque todo puede pasar, como darle la vuelta a la página
o como cuando nos engominamos el cabello.
Me quedo admirando silencioso
como te maquillas tu carita,
admiro la manera en que te calzas tu vestido de flores
para salir a la calle.
¿Quién sabe cuántos suspiros habrán pasado ya?
Aún no quiero que te vayas, corro a ti. Te abrazo. Te beso.
Te amo profundamente aunque no conozcas nada de Quevedo.
Pero yo sólo te pido:
quédate un instante más, cariño.
Deseo que este día sea tan largo
como la vida en el universo.

Deja una respuesta