Era el Día Internacional del Libro y había decidido pasar a la Feria del Libro Alternativo, cerca del Palacio de Bellas Artes. Es una Feria muy modesta que consiste apenas en una carpa donde venden mayormente libros de segunda mano. Ahí busque a G, quien se dedica a vender títulos realmente buenos, aunque costosos. Estuvimos hablando sobre las lecturas que hacían algunos personajes históricos. Se dice que Hitler, por ejemplo, leía Ser y tiempo de Heidegger, mientras combatía en las trincheras de la Primera Guerra Mundial. También recordamos que existen fotografías de Eva Braun, en su casa de España, leyendo a algún filósofo. G., trataba de saber por qué no había entonces más fotografías del Führer mientras leía, y yo especulé que Hitler, como muchos, seguramente leía antes de dormir. Mientras seguíamos conversando llegaron unos novios. Ella levantó algunos tomos y por momentos se veía casi decidida a comprar alguno. Mientras ellos hurgaba entre las ofertas, yo me decidí por un título más de esos que nadie lee. Cuando me alejaba pude escuchar que ella le decía a su acompañante: «Este libro está muy bonito, pero tiene las letras muy pequeñas».
