No tengo horario para salir a caminar, lo sabes.
Tampoco puedo justificar mis escapadas a una página en blanco.
Es idiota pensar en ello, nena.
Las canciones llegarán como una moneda atorada en el cogote
eso sí, acompañadas siempre de su cielo y su sol radiantes.
Veo tu hermosa mirada de nubecillas aceitunas que se desgranan
pidiéndome que me quede un rato más.
Me refrescas, pero no puedo quedarme, lo sabes.
Te presiento preocupada por eso.
Me tratas como si empeñaras todas la fuerzas de tu ser
Como si yo fuera un hombre que necesitara urgente ayuda.
Si lo tengo todo, piensas.
Tengo una mujer como el Duque de Job.
Tengo casa y alimento… Soy un ser amado.
Aplicas la estrategia de tocarte el cabello para detenerme…
Y después me abrazas para pedirme, una vez más, que cambie, que sea otro,
Aunque eso ya no lo escucho, solo lo presiento.
No sabes qué tan peligroso es escribir estas canciones, nena.
Tengo que escaparme de casa, como un hombre débil, como un niño inválido…
todavía cuando la fuerza del cielo brillante o el calor infernal lamen mi cara
como una mascota de niña mimada.
Sé que es muy difícil conocerte, eres inabarcable como este plomizo cielo citadino,
En mi camino, pienso algunas veces con temor en la fatalidad de no volverte a ver…
No sé que sería de mí:
¿Cumpliría mi promesa de viajar a conocer la casa a donde creció Albert Camus
y admirar el retrato de su madre?
Tal vez saldré de casa y tú ya no te encuentres.
Tienes tantos secretos para lograr que me quede un instante más abrazado a tu regazo…
Pero yo salgo al fin de casa a caminar sobre el viaducto.
Veo el terrible embotellamiento,
Veo a los ricos neuróticos, yendo y viniendo del aeropuerto para documentar sus viajes.
Conductores locos, gente buscando un oasis, pero ya no hay árboles.
Entre las calles veo la antigüedad dialogando con el presente.
Modernidad y sabia virtud de la vejez.
En medio de ese camino estructural el recuerdo de mi mujer en casa
me hace pensar en lo que sucedería si ya no la encontrara al regresar.
Siento un terrible vacío, pero me alegra pensar
que si fuéramos solo pensamiento, seríamos un fósil de cerebro
y terminales nerviosas en una botellas de formol con piernas.
La cultura nos salva como un tanque de oxígeno en medio de una infección.
Sé que ahí también corren las aguas profundas.
Los aviones pasan sobre mi cabeza indestructibles.
Tus magias no siempre funcionan para quedarme en casa, cariño…
En mi profunda reflexión, pienso en que incluso comparto el mismo cielo que los antiguos griegos.
Ellos, lo mismo que nosotros, caminaron sus ciudades, conversaron, gritaron en las plazas públicas.
Formaron una familia, encontraron las canciones y el pensamiento.
Vagamos tras el mismo alimento.
Dudas en aceptarlo, pero soy hombre, mi amor, solo eso.
Tratas de entrar en mi con tu pensamiento,
queriendo descifrar qué es lo que me mueve,
que es lo que me corre de casa.
Yo solo camino por la ciudad
Pero a ti te incomoda mi breve quehacer humano.
Te veo dudar de mi inquieto mundo.
Veo tu mirada clara y limpia, día y noche.
A veces, cuando salgo a caminar, pienso en la profundidad del universo.
Un arquitecto le dejó una vez también un viaducto a su mujer para desfogar a toda una ciudad.
Yo dejaré esta hoja de papel aquí escrita
Para dejar un bello recuerdo del cariño que nos tenemos.

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