Santa noche,
Bendecida Noche,
no hay horizonte
entre tu rojiza aurora
y el sepia salado de mi piel.
Santa Noche,
Bendecida Noche,
dejaste tu estruendo
en el blanco oscuro
de mis rizos negros ayer.
Y hoy,
Santa Noche,
la que me bendice,
diluye mi sangre
en el ocre azulado
de tu inmensidad.
No me pierdo de ti
Santa, Bendecida profundidad mía.