Los iré conociendo
pasarán frente a mis ojos
números y días
sobre el desierto.
A los aros de un cactus y yo
erguidos un centímetro por año
nutridos de noche y arena.
A los soles que se abran paso desde sus tallos.
A sus cincuenta y tres espinas
huellas, marcadas de a poco.
Los iré escuchando
dispersarán los pétalos caídos
en los huesos de mi otoño.
Me dirán
de los rostros
de los nombres
de mis universos
colapsados.
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