Oh, mi niña, ¿ ya te he dicho que eres alquimista? Cuando me hablas, derramo diamante líquido, y es de oro el pincel con el que expreso mis sentimientos más vívidos. ¿Lo ves? Mi niña, es un proceso alquímico…
Eres la fuente de mi juventud, el elixir que genera virtudes donde antes había vicio, la naturalidad hecha sonrisa de Luz que mata el artificio, la saeta que mueve mi pluma cuando ejerzo mi oficio.
Haces que mi tinta brille como mi sangre, en mí todo arde cuando haces brillantes mis ojos, esferas de gemas, y como antes me sonrojo y rompo las mundanas cadenas, que a mi ser la vergüenza refrena, para volar con las alas verdaderas que tú, poetisa y alquimista, en mi espalda creas, turquesa y violácea princesa malabarista.
¡Mi niña! Claro que proyectas en mí un proceso alquímico, no podría se de otra manera, que cuando me hablas bajito se ilumine la buhardilla entera, en un sentido cíclico, de arcoíris y auroras boreales mezcla, unicornios de cristal de bohemia, ¡mi niña!, y de la Nada conviertes zafiros y esmeraldas para engarzar mis alas. ¡Oh, eres la heroína de esta Era!
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