La Noche de brujas se me aparecieron en blusas varias putas disfrazadas de musas haciendo verdaderas locuras en un enseñar y ocultar sus carnales curvas, bailoteos ingrávidos de cancán, iluminadas por los leds carmesíes de debajo del cristal húmedo del balcón, haciendo temblar el poto de la rinconera, y situándose enfrente del proyector, que en esos momentos emitía el vídeo futurista de una estación orbital girando alrededor de la Tierra en tonos azulados.
Aunque eran verdaderas diablesas, por sus largas colas y sus cuernos, a mí me parecieron ángeles. En realidad, eran las dos cosas: ángeles caídos. Diosas y demonios. Mitad humanas, mitad animales de la noche. Hijas de Lilith.
El relieve de aquellas tres panteras en la pared era hipnótico, ahora danzaban de manera tribal tan artísticamente que no pude ocultar el bulto en mi albornoz. Entre el jazz de fondo y el Rioja, creí estar en el Cielo. Entonces, la pelirroja comenzó a perrear, y sobándose la entrepierna, le siguieron las demás.
Apuraba el cigarro mientras contemplaba el tríptico más bello de todos los tiempos… Siluetas de senos, culos, caderas, piernas y pubis que no olvidaré jamás…
Hasta aquí todo sería normal, pero lo que me hizo saltar en el sillón y que se me cayeran las gafas de cerca, fue cuando la del medio se acercó hasta mi oído y me susurró: Somos el regalo de Vicentico, tu abuelo…
Sonreí, miré hacia el Cielo y dije:
– ¡Gracias, Abue !!! -con entusiasmo.
Hace 23 años que faltó mi abuelo materno, pero siempre fue tan generoso y agradecido… Sabe que mañana le voy a llevar flores y su botella de coñac preferido al cementerio, y ha querido regalarme esta sorpresa.
Seguro que te lo agradece.
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