Llueve, noche,
por mí,
por mi tristeza de agua negra que no acaba de fluir;
inunda mi piel ajada y la tierra yerma de mi deseo.
Llueve, noche,
desde mis adentros,
convoca al viento frío y a la marea desenfrenada,
disemina mi cuerpo lánguido entre las arenas del último encuentro.
Llueve, noche,
hasta el hastío, que no haya conjuro que convoque esta vida en la otra vida.
Llueve, noche y llévate mis reflejos rotos,
cada trozo de mi rostro mojado,
cada paso,
cada huella,
cada migaja de voz.
Llueve, noche
y tráeme la tormenta, la desazón, el delirio, la perdición;
sé que no eres eterna,
después de ti,
lluevo yo.
Imagen: Llueve de noche. Susana Argueta.