Ante el devenir errante, sólo el secreto de las flores y el Amor nos muestran el estanque; en las noches cerradas y en los días plomizos, es el rocío de las estrellas enceladas mi camino.
Ante el fluir de la vida, nosotros, superficiales y profundos como el río; cambiantes igual que la muda de piel de los ofidios, somos guijarros que moldeamos nuestro destino.
Y, ante la gran pregunta, sólo cabe intuición, fe y creencia, pues conocer su respuesta contar todos los granitos de arena de un desierto sería en apariencia.