Cuando lamiste mi lengua erecta de dragón, y mi torso erguido se pegó, entre gemidos bienvenidos, a tus pezones bailarines como crines de corcel de plata, la luna llena se clavó en el pendular de tus pechos floridos y tu regata. Las polillas atestaban el cartel de neón en la ventana, donde maullaban enceladas tres gatas. Mientras una brisa de Mayo nuestra pasión empapaba, bendiciéndonos cuales hijos lascivos y ardientes de la madrugada.
Nos mordimos la ropa, saltaron azulinas chispas locas, y la Fuente del Mundo trajo tu mejor desnudez en olas, espuma babeante nuestras bocas, tréboles y orgasmos, y la armonía del Universo, que nunca se equivoca, la pasión del tantra quiso otorgarnos.
Mi león en contención pintó palomas en tu pubis, el infinito se apropió de nuestros sexos y, poco antes del amanecer, vacié mi esperma en tu caverna.
Eduardo Ramírez Moyano
Deja una respuesta