Bendita hambre que empuja nuestra carne por las noches a vestirse de cazador para saciarse.
Bendita luz del Sol que no se ahoga en la ceguera.
Bendita sed que anda por las tardes saltando charcos entre sobras de lluvia.
Bendita llamarada del pasado que no olvida la piel para macerarse en sus recuerdos.
Bendita luz del deseo que se queda como el brillo de los soles muertos.
Bendita mano que no se rinde ante el sueño yerto.
Bendita la edad que se acorta porque sabe a días de lucha y consuelo.
Bendita vela prendida del anciano, que ya no es hoguera, pero que en el apenas suspiro, sirve para salvar su agonía.
Bendita.
Bendita.
Bendita.
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