Mayo de mis mayores satisfacciones, cuando contemplo el atardecer de cien naciones.
Runas como marcadas en las fuentes de mis peregrinaciones, ¡ay, mayo de mis ardores!
Hoy el mármol de Cielo, hoy la luz del Hacedor, hoy el verde vergel, hoy cada átomo se pinta con un pincel. ¡Viva la natura viva de mayo! Vibran los insectos y zumban dípteros. Las mariposillas blancas del balcón se arremolinan, creando una forma de deidad infinita que restalla una y otra vez en fractales, y se derrite después en una leche divina de fotones para abrirse de nuevo en una rosa añil hecha de láser y burbujas púrpuras…
Gira alegre la tarde y sus edificios y parques, y limbos de infantes; gira medio pizpireta, medio soleada, se muestra prematura y desnuda ante el astro rey, que impera por completo sobre todas las rosas del porvenir. Madurar el día es como ver los pétalos de mil flores caer.
En el patio se escucha el ladrido de un perro…
Puro blanco fundiéndose en las fachadas, crisol de viviendas.
Abanico de civilizaciones en el antiguo cauce del río,
¡Ay, mayo mío!
Tus recuerdos, tus nostalgias y tus ruegos,
¡Ay, mayo mío!
de aquella mujer cuanto me acuerdo.