
Te había perdido irremediablemente.
Habías desaparecido de mi vida y
de mi mente.
Eras un misterio que me hacía dudar
si alguna vez, me habrías habitado.
Pero … te he descubierto.
Llevas varios días asomando tímidamente la cabeza, detrás de la niebla traslúcida
de mi duermevela.
Sí, voy notando tu presencia
en ese momento del alba
en que vuelvo en mí desde
la profundidad de mi sueño … y siento tu aliento en mi almohada.
Un cosquilleo en mi oreja,
y ese inconfundible olor que,
sólo tú posees …
¡Bienvenida a casa, inspiración!
Deja una respuesta