
Empezaré a ser yo, uno solo conmigo mismo.
No me permitiré malgastar más el tiempo en propósitos vacíos que en un terreno baldío van quedando.
Ya no habrá nadie en casa, en este templo de piel en el que anida mi alma; solo el alma gemela que ahora me acompaña.
Cortaré las sogas que sostienen los pesos que me mantienen pegado al suelo, tétrico, sin poder avanzar.
Despejaré mis ojos empañados de lugares sórdidos, de cielos plagados de humo.
Me auxiliará mi mano derecha cuando la izquierda me falle.
Me auxiliará la esperanza de volver al lugar en donde se derrama mi esencia.
Cantaré, aunque no sé hacerlo: soltaré los versos enredados en mi paladar, sin tono ni afinación, solo para dejar salir los sonidos que se resguardan detrás de mis cuerdas vocales, detrás del nudo que se me hace cada tarde después de lamentar la distancia.
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