
Exime vientos de palabras hirientes.
No al cartel de recuerdos
sostenido en ánforas del tiempo.
Temo que despierte el lodo,
convirtiéndome en estatua perpetua.
La sutileza del agobio extiende su raíz,
se adapta y patalea
ese dolor de nuevo.
Ahora mi cuerpo, con memoria de arcilla,
se quiebra buscando
un refugio fiel.
Este camino llegó a mí.
No se oyen ruidos,
la luz transmite con palabras vivas,
sin delirios, sin miedo…
Creo que desde aquí
empezaré de nuevo.
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