Las yemas de mis dedos recorren tu cuerpo en silueta, ardores que el rubor de tus senos la ropa aprieta. Me deslizo por tu espalda como enredadera en primavera y noto acelerado tu corazón, inflamadas tus venas. En diástole pura me besas, para fusionar nuestras lenguas y aplastar las carnes que nuestras pieles calientan, en la larga tarde dilatada en que los poros exclaman y revientan. Es el blanco de tus ojos, son las mieles de tus caderas, tu sudor; mi serpiente de un solo ojo y el dulce sendero entre tus piernas; huecos que se abren y se cierran. Delicias de mujer son tus cadencias. Flores en ofrenda desde el vergel de tu entrepierna hasta el monte de Venus me elevan. Allí respiro jadeante para coger fuerzas. Mientras tanto, tú suspiras sobre mi pecho y mi arteria se calienta. Entro despacio en tu mundo que mil maravillas me muestra, gozando cada espasmo de arrobo, que en invisible nudo nuestras almas muestra. De su concha la perla robo, mi bella amante, para devolverte al instante un diamante. Alrededor nuestro, hay flotando esferas de grana y oro.
Amantes -Eduardo Ramírez Moyano-

Deja una respuesta