Buscó generar el password más seguro para resguardar su ya prolífica obra, huella de vida e iconografía. No obstante, un día aquella perfecta y extensísima clave criptográfica que incluía por supuesto caracteres especiales, números, mayúsculas y minúsculas y los más extraños complementos alfanuméricos ingresados tanto mediante tableros de plasma, convenientemente alternados, como con frases aleatorias albergadas convenientemente en el ciberespacio, también a él se le complicó.
Obviamente nada pudo lograr después de su autodestrucción luego del tercer intento.

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