Confinado en la isla de tus ojos claros, de las gaviotas de tu pubis y de tus caderas de lado a lado. Risueña pervertida, que me inundas de lascivia con tu halo. En cielo raso, recorreré con mi ardiente lengua tu campo sagrado, hasta que los ángeles den tregua a nuestro canto.
Cada latir, me sumerjo en el musgo de tu entrepierna; diastólicamente vaginal y clitoridiana, me abres dimensiones, portales y ventanas, a los mundos del sexo tántrico.
Nuestros poros se fusionan en un solo ser, que sin el tiempo conocer, rueda ingrávido. Entonces nos envuelven afluentes de líquido vital, psicodelias locas, mientras chupamos mariposas rojas y libamos caballitos de mar.
Sentimos ya los sudores idílicos, y el Tiempo se vuelve eterno y el Mundo orgásmico.
Foto: Internet
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