A la hora de comer, los instintos nos devoran, el hambre se convierte en libido y los deseos en carnales, mientras los rayos de la tarde atraviesan los ventanales, ya de mente idos, sin demora amarillos ocre subidos, en tu piel de miel y ardor en mi músculo, tiembla la tarde cuando mueves tu culo, una y otra vez, vuela la golondrina turquesa cuando te acercas y tu pezón derecho me arrimas, arde mi sangre y me dejo poseer por tu querer.
Escarlata aureola de tus senos de amapola, succiono de ellos como de un día de carnaval y alegría, al tiempo que combino tu sonrisa vertical con las yemas de mis dedos todavía.
¡Oh, amada mía! En tus pechos moriría. Y, cual Fénix del amanecer, por las colinas sagradas de tus nalgas, resucitaría, en forma de orgásmico proceder.
¡Oh, Laura! Tu cuerpo de Diosa es mi aura.
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