Más humano que divino, luego de arcanos tiempos idos, naufragios inevitables y todos los comprensibles (o no) extravíos posibles, poso mis nudillos sobre esta puerta ya ni siquiera -o apenas- reconocible. En tus ayer livianos pies, cansancio, y en tus sienes alba lluvia también. Pero me abrazas amorosa igual que siempre o quizá (inclusive) con mesura un tanto más. Un parpadeo después, sin embargo; me embarco, suelto amarras, y me pierdo… (una vez más) en el infinito mar de tu mirada.
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