Ven, otra vez, derrámame, como antes, más que nunca;
trae contigo los deseos de verde y luz,
de azul y mar,
de onda y vendaval,
del fuego de las tormentas
y de las raíces de la tierra.
Y una vez en la cima,
escucha tu voz transformada en la mía;
palabra que hable de ti y de mí,
de las volutas de tu pensamiento,
de ensalmos y epopeyas en los caminos,
de las líneas graves de nuestro horizonte
y de los actos sin agravio de nuestro ímpetu.
Sé el bastión y la bala,
el fuerte y el grito de batalla,
el silencio, el abrazo, la risa y el sosiego.
Recorre las sinuosas veredas
-en mí y en mi tiempo-
y piérdete en ellas;
vuelve con regocijo del viaje,
renuévate,
mira tu espejo: no eres el mismo.
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