Sapos rajados veo en mis sueños más agradables, a cada momento, negros rosales y niños muertos…
El perro nonagenario muere despiadadamente en el rincón donde la puta yonki del puerto tira la jeringa sidosa. La podredumbre huele a orín de vieja y suena a chirridos de ratas corriendo por tuberías. Sobre el pegajoso condón usado de la acera, la colilla, que ha visto morir una estrella fugaz violácea, se apaga lentamente. Satán abre sus alas membranosas mientras la noche cristaliza, ofreciéndole la media Luna un par de cuernos rojo sangre al dueño de las sombras.
Yo no busco sexo, tampoco inspiración, sólo quiero un cuchillo bien largo para clavármelo en el corazón.
Quiero cráneos por colchón… Y, cuando muera, no quiero cruz en mi ataúd, que yo no soy de Dios, soy hijo del otro Señor, insecto del otro lado de la Creación.
Y me aguardan los placeres del Averno, porque no puedo tener que en la Tierra mayor sufrimiento. Y los cortes de mi alma resplandecen como puñales al viento.
¡Que esta noche no haya Luz!
¡Que esta noche mueran dioses!
¡Que esta noche no haya Luz!
¡Que esta noche mueran dioses a mi cargo!
Abrazado desnudo a cien erizos de hiel.
CONJURO A LA LUNA II -Eduardo Ramírez Moyano-

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