Tengo visiones a diario.
Veo una realidad utópica.
Veo la línea que divide los océanos pasar frente a las puertas de mi casa.
Visiones de paisajes que reverdecen,
que se desprenden de una neblina espesa y fría, donde se deja ver cada vez mejor el horizonte.
Veo a un ave blanca llevarse el dolor que guardaba para la soledad del encierro.
Veo salidas de habitaciones oscuras,
salidas para este cuerpo agazapado por el miedo a la metamorfosis.
Visiones traslúcidas, donde veo un sol que no es el sol, que es un gran ojo que me vigila y me ayuda a rectificar mis rutas.
Un cielo que no es cielo, sino un espejo donde se reflejan las tierras en donde estoy y ya no estaré más, un cielo terco en recordarme mis anhelos de habitar en él.
Veo al amor que me corresponde,
una figura esbelta, que lleva puesta las estrellas; estrellas que no son fugaces pero que inspiran deseos.
Y me propone cruzar el umbral del océano, salir de la oscuridad, besar otras tierras, y por ese cielo que refleja la verdad, volar.
-LF Medina
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