Siempre hay una ventana por la cuál el aire se cuela con facilidad, con la cuál llega un poco de frío después de una larga tarde de ardimiento.
Se te despliegan un poco las alas, y muy a pesar de no poder huír de la habitación donde te encuentras los pequeños rayos del amanecer aún se cuelan entre los agujeros en el techo.
Cada noche puedes recordar con facilidad el cómo era cuándo te encontrabas frente al mar abierto, frente a las brisas frescas que este te obsequiaba cada segundo.
¿Qué el barco se está hundiendo?
No logro recordar el porqué debería seguir flotando.
¿Para qué mantener flotando aquello que sigue ocupando espacios innecesarios en nuestros mares?
Te niegas a cerrar la ventana de la habitación por las noches aunque el frío te congele un poco el alma, aunque el cuerpo duela, porque cada amanecer tendrás la fuerza de que no solo sea una ventana abierta, si no, esta vez sea la puerta de metal frente a tí; saldrá disparada lejos, y de alguna forma nada te detendrá, serás tú navegando el cielo, dejando que se hundan los barcos vacíos en un océano violento.
¿Para qué necesitar un barco si las alas nunca se cansarán de revolotear en tu espalda?
Conozco tu fuerza. Tienes esa pizca imparable pintada en esos ojos de esmeralda.
Yaretzy Elizalde
Preciosas letras, Yaretzy.
Fuerte abrazo.
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Agradezco mucho el comentario enserio! Fuerte abrazo igual.
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