Escalamos ese árbol tantas veces, puedo decir que cuesta demasiado sostenerse de las ramas cuando el peso en los hombros no ha cesado, como si la gravedad se hubiese agudizado de una forma violenta contra tu espalda.
El acto más arrebatado contigo mismo; llevar en tus hombros las rocas que son de un suelo pasado.
Las manos arden por aferrarse a las ramas gruesas, los pies no tocan el suelo porque estás demasiado arriba como para poder estar tocando tierra.
Quieres conseguir llegar un poco más arriba de lo esperado y por fin soltar el aire, descansar tus manos, y con ello tomarte un minuto de calma, observar cómo el atardecer se hace cada vez más naranja, ves los pequeños destellos rojizos sobresalir por detrás del sol, sientes ese aire fresco golpear tu rostro de una manera muy suave, tanto que cierras tus ojos para disfrutar la sensación, las hojas se mueven dando ese son, y sabes por una vez en toda tu historia que la vida es un instante, que no hay historia más larga que aquella que detuvo el tiempo unos segundos para disfrutarse.
Pero, ¿Cómo bajar de donde aun no me encuentro?
El golpe de realidad es saber que las caídas duelen bastante, te desgarran el alma, pero somos un conjunto de caídas sin límite dispuestos a seguir cayendo mientras nos sea permitido.
—Yaretzy Elizalde
Deja una respuesta