Te asemejaba mucho con la brisa fresca,
tan parecida a los pequeños rayos de luz que se cuelan por la ventana al amanecer,
exterminando todo tipo de oscuridad en mi habitación.
Te encontraba en los respiros libres que parecían darme un poco mas de vida.
Durante la noche te pedía que observaras las estrellas, esas que tanto me recuerdan a ti. Siempre quise decirte que eras como una, más no puedes tener comparación con ellas; ni siquiera las estrellas tienen el brillo que tú portas en el alma.
Te habías convertido en el café de las mañanas que tanto disfrutaba, y era inevitable no encontrarte en cada estúpida canción.
Podía sentirte mientras mi cuerpo se fundía en las olas de la playa, y en cada atardecer perdía la noción del tiempo por pensarte. Culpable.
Las luces de la ciudad aun puedo recordarlas, hacían un contraste gallardo con tu piel.
Perdido, me declaraba perdido, ¿Cómo no estarlo? valía la pena perder la razón por alguien que no encontraría ni siquiera en la vida siguiente.
–Yaretzy Elizalde
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