Me dispuse a quemar la ropa vieja, aquella que tantas veces retiraste de mi cuerpo, esas prendas que cubrían las pocas penas que me mantenían de pie.
Le quise poner un poco de color a las paredes de la habitación, todas se encontraban sucias. Era el momento de un cambio, y lo sabía.
Tu presencia seguía tan presente como si un perfume se hubiese derramado por todo el suelo y la alfombra se hubiese empapado de él, desprendiendo su aroma y escabulléndose dentro de mi perfumando cada jodida célula.
Estuviste tanto tiempo inmerso en mi existencia, que al marcharte me he quedado sin el poder de poder existir, ¿Cómo se es posible vivir sin el alma? Este agujero en el pecho fue hecho para quemar tus recuerdos.
Podría haber dicho que recoger mis lágrimas derramadas en el charco me traería consuelo, pero no hay nada que consuele la pérdida de tu otra mitad.
Quedar vacío me parecía una estupidez, hasta que te perdiste en mis sueños y no logré recuperarte.
Fue la estupidez mas dolorosa que aún sigo recordando con una sonrisa.
—Yaretzy Elizalde.
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