Las tres tríbadas dispuestas en una habitación altamente adictiva. Espléndidas ninfas rubia, castaña y morena, seduciendo a Pan y su siringa, tiñendo el deseo del color de sus piernas, ardores desde las puntas escarlata de sus pezones, hasta sus nalgas frotando de caramelo y nata, en tremendo juego las tres gatas, que yo ya soy un insecto y me apoyo sobre tres patas, danme un respiro cuando titilan estrellas amarillas arriba y el neón verdiazul en contraste de sus lenguas entrelazadas, sobre una colcha de coral vivo, y ya flaquean mis andares ante sus sonrisas verticales, que subliman de mi alma los paladares.
Besos, palmadas, pezones; seis senos, almohadas y almohadones… Una cama redonda, paredes violáceas, luces y sombras. Las tres cachondas, a un tiempo, iluminan depilados sus secretos. Hijos de Baco, como cuatro borrachos, lo celebramos, tragando todos buena sangre de toro, recio vicio, vino tinto, y ya veo seis cameltoes, ¡esto es un derroche!, ¡Es verdad que el Otoño es una segunda Primavera, estoy aún más cachondo que la primera!
Cuadro: «Ninfas y Sátiro» de William Bouguereau (1825-1905)
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