Completamente colocado por el humo de leche mansa proveniente del incensario, que hoy trae esencia marroquí, termino de ordenar mi inventario y dejar unas notas bajo el pisapapeles de Dalí. No sé cómo puedo tener tanto orden entre semejante caos, menos mal que las sibilas hacen caso a las rutinas y ascos al desorden.
Un hada pelirroja de curvas demasiado peligrosas, en picante lencería transparente, pone en marcha música melodiosa en la vieja gramola, de repente…
Rodeado de papeles llenos de palabras, textos, mujeres, tinta, pinturas, colores, velas de olores a vergeles de extinta Natura; versos, juegos de letras mientras la noche habla, raros vocablos, palabras, y mi voz y yo en albornoz los dos.
Desnudo y abierto de alma, con más arma que la pluma en el nudo de la garganta, conduzco la nave de la imaginación más pura por las arterias de una fresca noche de Otoño…
Los cisnes de las estrellas lucen con maravilla de veras. El traje de la noche al alba es tan magnífico con la Luna al cénit, que hasta los mismos ángeles del Cielo suspiran cometas errantes para demostrar su alegre talante; los meteoros, novios de las estelas, entre galaxias y sistemas, giran y danzan para hacer valer cuánto fervor sienten por el calor de las estrellas, besos y chispas de energía las más bellas de todas las luces que manan de cada cópula galáctica, Chopin en alta fidelidad, Van Gogh en realidad virtual, La «Galatea de las esferas» en 4K…
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