Alba,
campanadas implorando al amanecer.
Locos y taciturnos hacen del último resquicio de la noche su morada,
inventan lenguajes desconocidos por la lingüística,
mientras poetas fracasados se esconden en los faros de las avenidas.
Un día, una noche, una madrugada, reniego de todas.
Los fantasmas ya no vienen al anochecer,
pululan indiscretos en el horizonte y coquetean con el alba.
Aterrados por la oscuridad, montan vigilias, seducen al insomne,
se aferran al ocaso y escapan de la noche para siempre.
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