CORONAVIRUS XII -Eduardo Ramírez Moyano-

Las once y cuarto marcaba el pulso de la mañana, en un día sofocante y pesado de Verano.

– ¡Mira, Alfredo!

– ¿Qué ocurre, Néstor? -decían sorprendidos Kike y Alfredo a su amigo, en la playa de «Les Palmeretes».

Los tres amigos niños-mantis tomaban el Sol, mientras la orilla empezaba a llenarse de niños-bicho.
Millones de anfibios de todas clases y colores emergían en las costas a lo largo y ancho del planeta para apoyar la ascensión de Tritón (antes Ojazos) del mar a la Tierra.
La voz de Tritón en Unimente les dijo entonces: ¡Disfrazaos! ¡Transformaos! Debemos limpiar el sistema desde dentro.
Y con una organización militar, los niños-anfibios, uno a uno, sin excepción, mutaron (pues ya poseían tal capacidad) a niños-rata, para rastrear la suciedad; a niños-cucaracha, para desenmascarar la corrupción, «drenar el pantano»; y a niños-mosquito, para controlar la política y los jueces.
Todos los niños-cucaracha y niños-rata verdaderos, el club de los bichos poderosos, y el Cabal entero, pretendían acabar con Tritón desde el mismo momento en que tuvieron conocimiento de su ascensión a CoronaTierra.
Pero Tritón, (a pesar de sus 50 intentos de atentado), estaba bien protegido: Los niños-libélula y los niños-saltamontes (servicios de inteligencia-Q) llevaban a cabo tareas muy complicadas. Todas las élites estaban tan corruptas, que éstos caían como moscas en cuanto intentaban penetrar al «Estado Profundo». Su ejército de niños-anfibio «disfrazados» ya había empezado a limpiar «los pantanos de la corrupción» en todos los lugares del mundo.
La revolución del Nuevo Orden Mundial sería desde dentro hacia fuera.
Era mediados de Agosto y las calles de las ciudades se llenaban de niños-cucaracha desorientados, huidos de la Justicia, presos del pánico; otros tantos, miles, estaban siendo juzgados; así como los niños-rata, que desesperadamente, se suicidaban los unos, y terminaban presos la mayoría.
Eran días largos y dilatados, donde los dípteros atacaban sin piedad, las moscas se te clavaban en los ojos y los niños-mosquitos te acribillaban las pantorrillas, envenenándote con noticias falsas en la tele.
La falta de adrenocromo se dejaba notar en el Cabal, y Tritón esperaba tranquilo el golpe maestro. Nuestro primer anfibio ayudó a firmar pactos de paz entre líderes de países en conflicto, y los bichos corrientes vieron en él un atisbo de luz para traer esperanza a la Humanidad.

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