Lloro con mi pluma
y sólo junto a ella;
me pierdo en el remolino de sensaciones
recurrentes y nuevas.
Ya todo se ha perdido
incluso antes de comenzar
y en este espejo roto
que es mi soledad,
te miro,
me veo,
como siempre,
me devuelves mi arcaica imagen.
Esa que soy yo,
la que nunca olvido,
la que he negado,
la que vuelve a llorar,
la que se quiere asumir total,
Te miro,
en el fluir cansado
de ese triste pasado,
en el remolino reticente
que es mi futuro.
Me miro,
en el símbolo perenne de mi destino,
en la incógnita secreta
que tu alma me dejó.
La joven, la vieja,
la misma amorosa tontería.
Pido perdón por estas líneas,
me estoy reparando, de nuevo,
el corazón.
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