Vaga por las arterias de la madrugada como un anfibio entrando en el agua, ya ve en 3D, y nada por el mar, y nada se le escapa.
El océano del micro-chip empuja a Ojazos hasta la Isla de Gamma, para que se adhiera a la macro-manifestación en contra de la última vacuna de administración obligatoria mundial por la OMS.
Gane quien gane esta sucia guerra, el mundo quedará gobernado por una élite de tecnócratas totalitaria, globalista y plutocrática que tendrá un control absoluto sobre todos los bichos en la faz de CoronaTierra.
La vida parecía una película de terror-ficción con continuas secuelas sucediéndose.
Ojazos bucea rumbo del destino turquesa, la llamada del fondo abisal que tanto tiempo había estado esperando.
De pronto, un verde fosforescente y mágico se abrió en abanico, y Ojazos dejó salir unas burbujas de perplejidad, mientras corrientes de vértigo y euforia le arrastraban hasta el interior de la Perla (donde pudo discernir borrosamente una niña-pez preciosa).
Comenzó a sentir un ligero mareo y, a continuación, se transformó en niño-anfibio. Entonces supo dos cosas: Había adquirido la capacidad de transformarse físicamente en niño-bicho de cualquier raza y, lo más importante, que le dejó con la mirada fija al infinito, él era el elegido para impedir la hoja de ruta del club de los bichos poderosos (tenía encargada la tarea de acabar con el Cabal).
CORONAVIRUS XI -Eduardo Ramírez Moyano-

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