Y yo que no tengo más para desgranar
sino agridulces granadas rojas;
y nada más para ofrendar
que racimos de yertos ayeres
suspendidos apenas entre rasgados olvidos.
Perdón por no tener más amargura albergada
que la de esta mi boca
huraña y pálida toronja,
en abundancia plena solamente y quizá
de resquemores olvidados.
Disculpe usted por no bramar ya cual bruto-o-desatado ciclón
de esos que apenas y sin pensar se arrojan
arrásandolo casi todo, en tanto (se) asemejan
gigantes justicieros.
Yo que ahora sólo tengo por dolor
uno que uno que otro gris aguacero;
triste, si acaso sí, por costumbre, o porque sí
pero, al fin, de todas las posibles maneras muy conforme,
y al final, y después de todo,
allá él… y de paso nosotros.
Señora mía: para usted no tengo más nuez vana
que aqueste –no otro– y más aún
el cansado y lánguido corazón
que ahora (y siempre) coloco entre sus manos.
*

Gracias siempre por calificar nuestras propuestas, lo mismo que por comentar y compartir.
Deja una respuesta