Así de azules caminamos.
Nos movemos entre rocas y entre nubes:
navegamos redundantes
circulando siempre
hacia nuestra propia esencia
revertida en cielo y vapores hidrópicos.
Nitrogenizados
ozonizados.
Somos casi la esfera
o tres cuartas partes de ella.
A nosotros vienen las voces de todos los hombres
y nos deslavan
-después del atardecer-
el silencio
y la lluvia de paz.
Un huracán furtivo
se allega a estremecernos de vez en cuando.
Después de la resaca
sólo quedan:
el verde mohoso del arrecife
los fósiles cuadrados del tiempo
y la plasticidad de nuestras estrías…
Placas violentas perviven
cuando la historia ha pasado.
Paleozoicos somos:
amarillos nuestros fondos
dejan ver corales y estrellas
y uno que otro hipocampo
que presuroso
pretende surcar las galaxias del vacío.
(Pegaso inarmonioso, precisa riendas
que amorosas lo sujeten.)
Acá, un cangrejo ermitaño
tenacillas finas de mar de Oriente
nos recuerda que en la aurora
habrá que caminar con fineza:
vencedores.
Se nos vuelve a llenar de agua el universo…
gota a gota
viene amaneciendo.
Un caracol de río
nos da fe cierta de otro origen.
Y las carabelas
van
y
vienen.
*
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