Que diminuto ser pensante
que agrede, vocifera y culpa,
que condena bajo la luna
y calla bajo el sol.
Caminante errante que escudriña
las mentes y conciencias agenas
con una vil excusa de ayuda.
Pobre alma escurridiza
que se anidada en la bruma
y fácilmente se desliza entre la gente.
Fiel al odio y enemigo del amor,
al caído escupe y al cordial ofende.
Muy indiferente al romance.
Pero al final de un túnel le aguarda
las propias penas amargas,
entre eternos vigilantes obscuros
que observan la transgresión.
Entre el castigo y la aflicción
de aquél que a su espíritu manchó
con un marca imborrable
que durante su vida adquirió
malgastando el reloj
creando banalidades
y cultivando rencor.
-LF Medina

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