No vuelvo a tocar la luz de la noche
porque de mi mano caen huracanes
y se incendian los ríos.
Que la generosa oscuridad envuelva el alba
y que en la aurora habite el consuelo del frío.
No vuelvo a emprender razones
porque las palabras provocan erupciones
y destruyen de la esperanza sus dobleces.
Que las sombras mantengan a resguardo mi lengua,
y que la ingenua quietud no alerte santos sinos.
No vuelvo a invocar el fuego
porque me culpan los dragones
de que mis verdades derritan la nieve
y Prometeo se burla de mis esfuerzos.
¡Total!
Que no se altere la planicie del camino.
Que no prevengan mis argumentos incautas ilusiones.
Y que me caiga infatua
Y que me quede muda
Y que me signe Larunda
antes que liberar mi boca.
Ate: En la mitología griega, Ate era la diosa de la fatalidad, personificación de las acciones irreflexivas y sus consecuencias.
Larunda: Diosa romana de la elocuaencia, a la que por castigo, los dioses quitaron el habla.