Durante el segundo confinamiento global por el nuevo Coronavirus de finales del 2.020, sólo ocuparon las grandes metrópolis los niños-hormiga, resistentes a la última cepa, y las larvas fucsia, que nadie sabía de dónde habían salido, pero su luz envolvía todo con un halo sobrenatural, mágico y apocalíptico a un tiempo.
Las personas con recursos se marcharon a vivir a sus casas de campo y las callejuelas de las principales ciudades se plagaron de los mencionados niños-hormiga, infantes vagabundos que no necesitaban mascarilla, acostumbrados al hedor de la sociedad.
Se cree que la primera mutación de éstos, dio lugar a los, poco conocidos, niños-mosquito, que evolucionaría en jueces y políticos con la capacidad de absorber la sangre. Líderes bebiendo de la savia del sauce, libando el polen de la primavera hasta hartarse, mientras con cautela dosificaban el grado de anestesia que necesitaba la sociedad.
Eduardo Ramírez Moyano