Ciudad de México, 3 de febrero del 2020.
Pronto se cumplirán dos años de aquel último viaje que hicimos juntos. ¿Recuerdas el cielo de esa noche donde no cabía una estrella más? Esa fue nuestra despedida, se reunió la creación entera para honrar nuestro último encuentro. No supe más de ti. Tal como el cielo estrellado de esa noche fue desapareciendo con el amanecer, también te fuiste difuminando en el horizonte de nuestros encuentros. Extraño eso, tu dentro más hondo, tu piel más certera, la vorágine explosiva en que nos convertimos, dejando pedazos de alma en la cama que nos cobijaba. Escribo y percibo los aromas de tu cuerpo, de una sola piel que era nuestra. Excitantes, lascivos, tiernos y escurridizos. Los innumerables escenarios de tu mente que tocan mi olfato, mi ser entero respondiendo en descargas estruendosas. Torrentes femeninos respondiendo a tu llamado.
Me he detenido hoy a pensar en ti. Lo había evitado para no dejar escapar el deseo de ti que se ha hacinado en mi cuerpo desde aquella última noche de tu cuerpo. ¡Tantas veces nos disfrutamos! Parecía imposible que tanto fuego pudiera dejar de crepitar. Y en verdad que no dejó de arder tanta pasión. Tu ausencia provocó una trasmutación extraordinaria en el cénit de mis deseos.
¿Recuerdas cuántas veces hablamos de heridas? Ambos nos reconocimos seres lacerados y nuestros encuentros eran cataplasma. Cuántas veces, así lastimados, volamos rumbo al sol, así como crecen los árboles en las selvas oscuras, con sus copas tocando el cielo, dejando correr nuestros pies, soltando las amarras, dejándonos aflorar uno en el otro.
Te escribo para darte las gracias. En este lapso de tu ausencia te encontré dentro de mí. Ahí estás, siendo una parte importante de la niña que arropaste y que viste crecer. Te has perdido a la mujer madura que vislumbraste, pero seguro te la has imaginado, porque sé de cierto que yo sigo siendo tu amante perfecta, la sombra espiritual que bendice tus nuevos desafíos amorosos, la poesía incontenible, lluvia en descampado, relámpago, gota de agua lenta, mar furioso, remanso fértil, húmedo sendero.
Entre tu yo, sólo el agradecimiento por lo vivido y por el tiempo eterno en que seremos los amantes tántricos que siempre quisimos ser.
Tuya, siempre
Imagen: Venus en Cantona. Cantona, Puebla.
Fotografía: Susana Argueta.
Deja una respuesta