Café: Auto de fe –Daniel Olivares Viniegra–

Café de despertares

por cada mañana y obligadamente por ello mismo desde siempre…

que desde la cuna se absorbe integral en su aroma

si no es que ya literal se paladea desde la imberbe boca,

roja y maternal cereza que cósmicamente conecta

con el tan doméstico dulzor-amargo

espectro-abismo de excitación infinita

que por lo menos remonta(se) serrano y selvático además

muy más allá del azar de ignotos orígenes

pendientes vírgenes o apartadas laderas.

Café como ciertos ojos de ternura infinita

que envolventes también al tiempo que silentes

hasta el alma resecan, tuestan y penetran

o hasta la eternidad en líquidas vaporaciones acompañan.

Café con leche, dulce de antes de la escuela

y más dulce aún el de la rápida merienda…

Café sin aditamentos (años después) para acabar de madurar abiertos gustos

por las más diversas o álgidas purezas

lo que es decir degustar pleno e infinito

el oximorón que implican las rudezas de la vida.

Café derramado en el poema; café de luz, de luces,

de letras inacabables-disfrutables…

Café de la imaginación, café de todos y cual gozoso nuestro inmortal Café de Nadie…

de música también omnipresente o de antes y después del también humeante cinematógrafo,

entre otros inagotables júbilos irrenunciables.

Café democrático, de masas, de discusión y hasta de interdicto

si no es que por interpósita persona.

Café con pan al menos si no hay para otro pecaminoso postre

antes o después de adentrarse en pleno a todo jardín de las delicias;

aunque en las nutrientes o dolientes soledades también:

café aroma de nostalgia o de añoranza por más de aquellos

y de todos cualesquier otros suculentos o truculentos padeceres.

Café por la tibieza necesaria

o por la lujuria que ya pausadamente se recuerda

a más de por el asertivo guillermotéllico y robinhoodesco ejecutar.

Café porque aunque el hubiera no existe

si queda acaso otro ocaso o amanecer que saborear…

Café de paz en la tierra;

café de fé en la vida y de entereza ante la fiel promesa de catar

diluidas o líquidas, vaporosas o sólidas, también todas las estimulantes horas

o auroras por sumar /restar o deleitosamente multiplicar.

 

*

 

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