Me fui a la ciudad a estudiar. El internado era sórdido y frío, así mi espíritu. Yo tenía doce años; mi padre me dejó en la puerta y se fue. Lo volví a ver en su sepelio, una semana más tarde. Mi madre no sabía, ella se había quedado en el rancho y yo debía decirle, tenían que despedirse, era urgente, pero nos separaban seis horas de camino.
A las ocho de la mañana me colé a la oficina del director, tomé el teléfono y llamé a Radio Pueblito. El asistente tomó el recado, lo pasaron al locutor y éste, con voz compungida, notificó a todos los vecinos el trágico deceso de Don Casimiro Mejía en la Ciudad de Oaxaca. Pidió a la comunidad que avisaran a Doña Francisca. A las dos de la tarde de ese mismo día mi madre llegaba a velar a mi padre.
Imagen: Has partido. Susana Argueta.
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