Mi tierra huele a campo
el naranja como abanderado,
tierras de oro color granate
con lagos que regalan
perlas blancas a los comensales.
Vivo en un pueblo muy antiguo
suelo de arenas movedizas
para todo aquel que pasa.
Un reino nada deslucido,
Mezcla de colores en cada fachada.
Las montañas llegan hasta el mar
lo elevan como castillos en el aire
y contemplan sigilosamente su belleza.
Le sobran rascacielos para saber
que su gente es su mayor grandeza.
Mi tierra huele a mar
ojito derecho del mediterráneo,
encallada al ombligo del Levante
dónde llueve sin conocimiento
menos de poco, más a lo grande.
Lar de damas y caballeros
de reyes y beatos.
Custodios del fuego
que invocamos en cada dicha
y engalanan nuestro cielo.
Suelo de valentía
tapizado con su blasón
amarillo con extremidades rojas
sujetas al color azul
abrazando la corona protectora.
No midas mi afecto en versos
pues nadie olvida
quien fue su mejor maestro.