Deja de saltar,
de hacer piruetas para
que
te
vean,
más allá del muro.
Deja de agradar,
de hacer el mono,
de hablar sin parar
haciéndote el importante para
otros.
Deja de perder
tu fuerza mendigando atención,
cariño, comprensión, amor.
No te enfades con quien
no te da lo que necesitas:
Quizá no sea eso.
Y si te quedas fuera,
bendice estar dentro
del otro círculo que dejaron
vacío para llenarlo con almas
a quienes sí les importes.
Da gracias por la lluvia
aunque no puedas tender
la ropa fuera.
Pide perdón por tu soberbia,
deja de hacerte el “pobredemí”
y venga a la vida
porque ya estás.