LA CARRERA
Nadaba a toda velocidad, moviéndose como una aeronave que surca el espacio. Sabía que en este macabro juego no llegar el primero suponía perder la vida, por ello nada de mirar atrás, nada de pensar, sólo seguir adelante avanzando, esquivando como en un videojuego a sus rivales, que iba dejando por el camino… Sólo tenía una oportunidad y no iba a permitirse perderla.
Por el número de participantes, parecía impensable que llegase el primero en esta lucha a muerte, pero por ahora iba en cabeza. En breves momentos, un gemido de mujer satisfecha inundó la estancia y la noche aplaudió vida, justo cuando el afortunado espermatozoide fecundó el óvulo.
Eduardo Ramírez Moyano
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