Para la Perra Envidia, chinches y pulgas que la acompañan escribí un manual para su exterminio.
La una, después de atropellada, amaneció sí convertida en barbacoa; las otras pendejas (o ni tantito) se negaron a suicidarse. Es más siguen chingue y requetechingue.
Así de insatisfactoria –a fuer de impredecible– siempre la cruel venganza.