¡Cuánto dolor!
Y no vi en tus ojos lágrimas,
ni en tu rostro congoja.
No mostraste dolor en tu cuerpo de hojas,
no mostraste tu tronco caído,
ni a la voraz carcoma.
Y fue la brisa suave que pasó fugaz,
que levantó tu alma y te hizo volar.
No hubo granizada,
ni tormenta,
ni huracán.
No fue el volcán salvaje
y el tsunami de tu mar.
Fue la brisa suave,
la que pasa sin penar
la que levantó tus hojas
y las arrancó al pasar,
porque ya no había savia,
porque no les quedó nada…
nada más que alejarse,
cálida suave y pausada,
callada ausente y fugaz.
Una respuesta a “Muerte pausada”
[…] a través de Muerte pausada […]
Me gustaMe gusta